El espíritu ecuménico de G.José Chaminade

Hemos celebrado, en el mes de enero, como cada año, la Semana de oración por la unidad de los cristianos (18 al 25). Es el momento del año en que las distintas confesiones, de la única Iglesia que fundó Jesús, oran para pedir caminar hacia la unidad. La confesión ortodoxa (que custodia en Oriente los lugares más primitivos de la Iglesia), la reformada o protestante, con sus variantes (luterana, evangélica, anglicana), y la católica, unida por el magisterio papal, se ponen en actitud de escucha y de petición al Señor. Pero no solo, sino para discernir qué caminos nuevos suscita el Espíritu hoy y cómo podemos trabajar juntos como hermanos, ya que todos estamos bautizados, tenemos un mismo Credo, un mismo Evangelio y un único Espíritu. Por ejemplo, la aparición de la Comunidad de Taizé a partir del fin de la segunda guerra mundial, ha sido un regalo del Espíritu Santo. ¿Cómo es posible que surgiera esa comunidad, unida desde el comienzo por la figura santa del hermano Roger, donde protestantes y católicos, conviven juntos y lanzan al mundo un mensaje continuo de fraternidad, oración y misión evangélica? ¿Cómo es posible que esa Comunidad ecuménica haya atraído y siga atrayendo a tal muchedumbre de jóvenes, que viajan hasta allá y llevan Taizé adonde van… Es uno de los milagros ecuménicos de nuestra época.

Como Familia marianista nos podemos preguntar ¿qué espíritu ecuménico tenía nuestro Fundador, G.José Chaminade? ¿Qué mensaje nos dejó sobre ello? Debemos pensar que Francia, mucho más que España, vivió desde el siglo XVI hasta hoy, una relación muy estrecha entre católicos y protestantes. Eso no ha pasado en nuestro país, que ha vivido “cerrado” a la presencia de otras confesiones cristianas, por diversos motivos históricos (En nuestro país, hemos sido “muy católicos”, pero no hemos vivido la experiencia de la convivencia, el conocimiento mutuo y la relación). En la historia de nuestros orígenes marianistas, iba a llegar un momento como este que presentamos. La fundación de un colegio en la ciudad de Clairac, en la que convivían católicos y protestantes, fue un ejemplo magnífico del espíritu del fundador, su sentido de comunión eclesial, una oportunidad para la convivencia interconfesional y el testimonio de la fe. La comunidad marianista, por medio del director del colegio, le preguntó al P.Chaminade cómo debían conducirse en la misión educativa, con alumnos protestantes junto a los católicos, en clase, en el patio, en las actividades diversas… Y esta fue la extraordinaria respuesta, en la carta con la que les contestó:

Muy señor mío. Cuando pregunten si los niños protestantes pueden ser admitidos en esta escuela, se responde: sí. Los maestros hacen por ellos todo lo que hacen por los católicos: no hay ningún género de distinción Con todo, según su prudencia, pueden suspender momentáneamentetal o cual ejercicio para tal o cual individuo. Si se presenta algún caso en que el director del colegio no sepa resolver y para el cual no crea poder usar sus facultades discrecionales, entonces contestará que va a escribir a sus superiores. En las clases, los maestros nunca deben hacer distinciones entre protestantes y católicos. Nunca, fuera de las aulas, deben los niños católicos decir nada contra los protestantes ni tampoco viceversa: no deben ellos mismos percibir ni comprender que haya alguna distinción. Si la Escuela se dirige así, ciertamente no surgirán problemas y habrá muchas ventajas. Evitando todo lo que pueda entenderse lo que se llama espíritu de partido, seamos católicos hasta la efusión de nuestra última gota de sangre, pero seamos siempre modestos, moderados, es decir, verdaderamente caritativos hacia todos, con una dulzura sin raíz alguna de amargor, según la expresión de San Pablo. Si ocurriese algún incidente, en el colegio o fuera de él que interese a las Escuelas católicas, estará usted obligado a prevenirme de ello. Le ruego reciba de nuevo el testimonio de mi respetuoso afecto con el cual, me reitero su humilde y seguro servidor. (Carta 1014. Burdeos, 29 de noviembre de 1837. Al señor de Moneroc, Clairac).

Aquí tenemos el espíritu ecoménico de nuestro Fundador. Una carta ejemplar que retrata magníficamente al P.Chaminade. Él fue así siempre, de espíritu abierto, reconciliador, testigo de Jesús y de la Iglesia católica y al mismo tiempo dispuesto para que sepamos convivir juntos con caridad y trabajando unidos con el único Espíritu que nos anima, el Espíritu de Jesús.

                                                                                             Enrique Aguilera SM