Las Fraternidades de Valencia se organizan para poder ayudar en las localidades afectadas por la DANA

Este mes se nos ha encogido a todos un poquito el corazón, lo sucedido nos ha recordado lo frágiles que somos, lo vulnerables, lo indefensos… pero dentro de tanto dolor me gustaría compartir con vosotros otra cara, otra visión, la visión de la ESPERANZA.

Gracias a las Fraternidades Marianistas, que han llegado a mi vida como un regalo de Dios en el momento idóneo (me incorporé a Chosen hace apenas dos meses), he podido participar como voluntaria en Picanya, en concreto en el Economato. Estuve atendiendo, en la pequeña cafetería que montamos en la calle, a los vecinos afectados por la DANA y a diferentes voluntarios que pasaban por allí, de la comunidad del colegio y de otros coles marianistas, así como voluntarios anónimos de Valencia y de toda España. Gente que ha trabajado horas y horas, durmiendo poco, comiendo mal, agotados, pero con una sonrisa, con la sensación de estar haciendo lo correcto. Gente que veía el café que traíamos de Valencia en termos como una bendición. Venían a tomar algo, a descansar, pero también a abrazar, a compartir y a recargar.

Estoy sobrecogida, sorprendida, abrumada, por la necesidad de ayudar que he visto, por la urgencia de hacerlo, por la vitalidad, la fuerza de la solidaridad gratuita que nace del amor al otro. Estos días se respiraba ese amor, esa necesidad del otro, parecíamos una gran familia

Quiero resaltar la eficiencia de la organización desde fraternidades, me ha impresionado cómo en poco tiempo, de manera espontánea, se han organizado más de quinientos voluntarios, en subequipos de trabajo (Economato, limpieza, donaciones, etc) y en diferentes municipios. La eficacia, la coordinación de personas sin experiencia que no se conocían y nunca habían colaborado en situaciones parecidas, alegres, ayudando al hermano, al otro. Todo ha sido posible gracias a que todo era disponibilidad, manos abiertas para echar una mano, cada uno en función de sus posibilidades.

El poder de la oración

No quiero olvidar el poder de la oración. Esos mismos voluntarios, a las 20:00 estaban en la capilla meditando, rezando, pidiendo al Espíritu Santo fuerza, para trabajar unos por otros, unos con otros. Es admirable cómo ha respondido la comunidad de jóvenes, cómo oí decir a alguien “están a la pala y a la guitarra”. Todo el día trabajando cómo voluntarios y a las 20:00 a la novena. Impresionante nuestra juventud, cómo se han ofrecido rápidamente, grandes madrugones, jornadas maratonianas, y felices. Como comunidad siento un orgullo al ver de qué pasta están hechas las nuevas generaciones.

Constantemente oímos y pensamos que vivimos un mundo deshumanizado, egoísta y frio, y probablemente en parte sea así, pero lo que yo he visto estos días ha sido justamente lo contrario. Esta experiencia me ha hecho recuperar la esperanza en el ser humano, en el amor fraterno. Tenemos un gran corazón, hay bondad, está tapada, escondida en la rutina, en la competitividad, en este mundo que nos parece tan feo. Si rascamos un poco no es feo, es bonito, debajo tenemos cada uno nuestro corazoncito para ponerlo al servicio del otro, está ahí, solo hay que desempolvar para que salga, y es contagioso, en comunidad somos más fuertes. Esta sacudida lo ha dejado en evidencia, no esperemos a que ocurran catástrofes para dar nuestra mejor versión, nos merecemos ser nuestro mejor yo ahora y nuestro prójimo también.

Solo puedo agradecer el pertenecer a esta comunidad y haber tenido la oportunidad de aportar mi granito de arena, y quiero animaros a todos a seguir empujando en este momento. Ha pasado lo más dramático, pero la necesitad de nuestro trabajo, de nuestro apoyo, cada uno de la manera que le sea posible, sigue existiendo. Nos esperan meses duros en el que los afectados por esta catástrofe, fuera del foco mediático, nos van a seguir necesitando mucho.

Elena Santos Hernández

Fraternidad The Chosen