María es la nueva Rebeca
Porque viste a un hijo suyo como a su Hijo primogénito. El P. Chaminade nos presenta esta imagen, en su escrito Método de oración sobre el Credo hablando de las disposiciones necesarias para la meditación, en concreto la unión con María.
Resume ahí el curioso y tramposo episodio que nos relata el capítulo 27 del Génesis sobre la bendición del viejo Isaac. Rebeca ha vestido a Jacob, su hijo menor, para que se pareciera en todo a Esaú, el primogénito, y pudiera recibir con engaño la bendición del padre.
La metáfora sólo se fija en este aspecto, que es muy emotivo. Para presentarnos al Padre, María es una madre que nos viste como Jesucristo que es nuestro hermano mayor. No se considera ningún otro detalle de la chocante narración del Génesis. La mediación de María es necesaria para ir al Padre identificados como Cristo. Concluye entonces el P. Chaminade así: pidamos a María, la nueva Rebeca, que nos “vista”, que nos revista como a Jesucristo para que el Padre, al vernos así, nos bendiga.
Los dátiles, frutos muy tardíos, pero deliciosos
Desde la más remota antigüedad, la palmera datilera ha sido un árbol muy significativo en ciertas metáforas, incluso bíblicas. Baste recordar el salmo 91, en su versículo 13, El justo florecerá como una palmera. Pero parece ser que los dátiles tardan muchísimo tiempo en aparecer.
Adela, siguiendo siempre a su santo querido, recurre a esta metáfora en sus cartas dos veces. La primera, muy joven, antes de ser religiosa, escribiendo a su amiga Águeda, le anima así: ¡Ea!, querida amiga, sé valiente, todo irá bien. “La palmera – dice san Francisco de Sales – produce su fruto muy tarde, pero es delicioso”. No contemos nunca con nosotros mismas, contemos, y mucho, con Dios. ¡No nos fallará jamás! (Cartas, v. I, 152, 5) Parece sugerir que hace falta mucha paciencia, porque con la ayuda de Dios los frutos pueden ser excelentes.
La segunda vez que alude a esta metáfora, es ya al final de su vida. Escribe a la maestra de novicias y le habla de la paciencia que debe tener con las aspirantes a la vida religiosa. ¡Cuánta paciencia hace falta con las almas: las hay de todos los temples! Algunos árboles dan su fruto tarde, pero no es razón para arrancarlos de raíz. Éste es el parecer de san Francisco de Sales (Cartas, v. II, 706, 7).
La imagen de la palmera y los dátiles es muy bella y habla no sólo al entendimiento sino también a la imaginación y a los sentidos, lo cual nos conmueve y nos aproxima más al proceso sobrenatural, a veces muy largo, de la maduración y de la fecundidad de nuestra vida.
Enrique Aguilera SM